me queda muy claro: Michel Houellebecq es un damn good writer. La carte et le territoire (El mapa y el territorio) obtuvo el codiciado premio Goncourt de las letras francesas el año pasado a pesar de las polémicas que rodean a este fascinante escritor francés acusado de plagio (por utilizar íntegramente algunos pasajes de Wikipedia en su libro) y, en general, por su misantropía.

La carte et le territoire es un ensayo de crítica e historia de arte, historia de amor contrariado y novela de detectives. Uno puede ver la historia, como si fuera una banda animada que se desdobla frente a nuestros ojos, recorrerse con naturalidad. Y sin embargo, hay momentos que un mismo pasaje contiene alusiones a momentos que se creen superados, flashbacks que se agradecen por la capacidad evocativa de la palabra del escritor francés. Houellebecq tiñe la historia de ideologías y polémicas que en años pasados se pudieron creer descabelladas pero que ahora, gracias al posmodernismo y su pluralidad, son perfectamente representables (y es ésa, la representación, una de las grandes preocupaciones de este autor al representarse a sí mismo, y también la France profonde y las dinámicas del mercado del arte contemporáneo).
La carte est plus importante que le territoire, afirma Houellebecq en boca de su protagonista, el pintor de moda francés Jed Martin quien atraviesa la novela deshojando tragedia tras tragedia (dicen que las historias de este autor están siempre marcadas por un profundo nivel de tristeza y desacorazonamiento). Sus monólogos son tratados de arquitectura, teoría del color, entendimiento de las dinámicas del arte y diatribas de un hombre que no vive más que para observar con envidiable tesón el desenvolvimiento de su propio pathos.
Esta es una novela estructuralista, sagaz y deliciosamente corrosiva.
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