Saturday, January 29, 2011

arte: giovanni's room

Pasé por sus páginas, no, mejor dicho, me deslicé por ellas con la intensidad y la duración de un huracán. Llegué, deshice y me fui. Es la segunda novela que leo y es como si anunciara que la tercera será algo parecido a leer la Biblia por primera vez. Baldwin tiene el don de decir las cosas con un gusto refinado y preciso, sin ostentación. Puede hacer temblar de emoción y luego hacerme sonreír, de lujuria y deseo, de venganza incluso.

Recuerdo que empecé a leer en Taxco, en un callejón desde donde se avistaba la parte superior de la Iglesia de Santa Prisca y donde los locales barrían las calles mientras hablaban de los tamales de rajas, los niños bajaban peligrosamente las calles inclinadas con bicicletas como avispones y yo estaba sentado a los pies de una fuente apagada, entre levantando la vista para no olvidarme de Taxco y volviendo al París de los años ciencuenta donde David y Giovanni se cobijan en una habitación que es el closet, la bisexualidad, el miedo y todo aquello que no nos deja amar libremente.

Descubrí que esta novela va bien con un filete a la pimienta y una copa de clericot. Se debe leer sobre los balcones que den a un parque y nunca más allá de las primeras horas del atardecer.


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