En el Museo Nacional de Arte de la ciudad de México cuelga El Sueño del Mártir de José María Ibarrarán y Ponce. Es una obra de grandes dimensiones, claroscuros perfectos y un manejo misterioso del cuerpo humano curiosamente, colocada en el ala titulada "Literatura y Academia," es decir, dentro de los temas de la mitología clásica y las súbitas pasiones del romanticismo del siglo diecinueve.
Google, sin embargo, apenas alcanza a arrojar información útil sobre el pintor. Muestra varios ejemplos de pintura religiosa pero nada substancial, ni una biografía ni una página ni rastro de tesis que ayude a esclarecer su existencia. El catálogo de arte del Museo presenta un par de páginas descriptivas sobre esta obra, pero no indaga sobre su historia, influencias, orígenes y menos sobre el pintor.
He regresado en varias ocasiones al Museo solamente para apostarme frente a esta pintura. Es silenciosa, sensual, terrorífica. El mártir reposa contra la pared y sueña (sabemos que sueña porque el pintor nos lo dice), pero puede estar despertando de una modorra reparadora o, como prefiero verlo, experimentando un gozo interior tan puro y terrible, como el de Santa Teresa según Bernini, que me convierte en un escopofílico de livianas intenciones.
De cualquier manera, hay espacio para investigar, curiosear. Hay mucha historia qué narrar.