"Don Rigoberto entrecejó los ojos y pujó, débilmente. No hacía falta más: sintió al instante el cosquilleo bienhechor en el recto y la sensación de que, allí adentro, en las oquedades del bajo vientre, algo sumiso se disponía a partir y enrumbaba ya por aquella puerta de salida que, para facilitarle el paso, se ensanchaba. Por su parte, el ano había empezado a dilatarse, con antelación, preparándose a rematar la expulsión del expulsado, para luego cerrarse y enfurruñarse, con sus mil arruguitas, como burlándose: 'Te fuiste, Cachafaz, y nunca más volverás'."
Don Rigoberto sonrió, contento. 'Cagar, defecar, excretar, ¿sinónimos de gozar?'.
Elogio de la Madrastra, p81.
¡(Casi) poesía escatológica!
Confieso haber leído ese capítulo de la novela, titulado "Las abluciones de Don Rigoberto", dos veces. La prosa es precisa, económica. Y las imágenes son certeras. Porque parece que de eso se trata. Vargas Llosa promueve una serie de imágenes narrativas y visuales para elaborar desde ellas hilos eróticos y perversos tan perfectamente coordinados que el librito de 200 páginas se va en tres días, o menos.

El erotismo es, pues, una subjetividad peligrosa. Difícil asirla en la obra abstracta y, sin embargo, en esta novela un niño motiva la interpretación libidinosa de un cuadro abstracto de Szyzlo. El erotismo es un arma con la que se declaran y ganan guerras. Esta novela lo demuestra. Y es, evidentemente, un ligero velo que cada uno pone según su soberano gusto. ¡Ya no hablemos de apropriación! ¿Qué estudios culturales ni qué tres cuartos?! La obra existe porque provoca sensaciones, libera sensualidades, afecta de manera inmediata al espectador como lo ilustran los orgasmos y cabalgatas nocturnas de la pareja protagonista. El arte es útil. El arte es liberador. El arte es universal y tangible (También elitista y personal; aquí no cabe ni la galería ni el museo). Allí ya no cabe el artista; solamente el puente que se construye entre espectador e imagen. El arte es personal.
¡Que no se le pare a Don Rigoberto si miento!
imagen: Chimney,
de Gio Black Peter.